La familia Mesa
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Bubierca
Página no oficial de Rodolfo Lacal

 
Notas sobre la familia Mesa
 
por Rafael Andrés Monreal
 
He estado leyendo el libro de la biografía de Antonio Pérez (secretario de Felipe II) y nombra repetidamente a Bubierca y a la familia de los Mesa vecinos de Bubierca.  Con esto podemos ampliar un poco lo que en su día ya se escribió sobre los Mesa.  Voy a intentar transcribir con mis palabras lo que D. Gregorio Marañón (autor del libro), cuenta en esta biografía.
Nuestra historia se sitúa en la España del  año 1578 cuando  reinaba Felipe II y la corte estaba llena de intrigas, espías, negocios sucios y asesinatos, (ósea, como ahora) 
 
Parece ser que en aquellos tiempos en Bubierca vivía la familia de los Mesa y en el libro se nombra a Juan de Mesa, a Gil de Mesa a Mosén Juan de Mesa que era el capellán de la iglesia de Bubierca y a otro clérigo que se llamaba Mosén Gil de Mesa.  Dicen de la familia de los Mesa, que eran aragoneses, hidalgos modestos, muy fueristas y afectos a la causa de de su pariente lejano Antonio Pérez (secretario del Rey).  Parece ser que esta familia estaba repartida entre Molina y Bubierca. 
 
Bueno, pues el secretario de Felipe II, Antonio Pérez, de ascendencia aragonesa, posiblemente de Monreal de Ariza, perpetro el asesinato de Juan de Escobedo que era el secretario de D. Juan de Austria, hermanastro de Felipe II, para esto,  contrato a un grupo de asesinos que acabaron con la vida de Escobedo en Madrid el 31 de Marzo de 1578.  Entre estos asesinos aparece Juan de Mesa; pero del que más se habla en el libro,  es de Gil de Mesa y así es como lo describe:
 
Dice que era uno de los principales secuaces de Antonio Pérez,  fue Gil de Mesa, un tipo interesante, mezcla de defectos y de virtudes extremos; y dominándolo todo una irrefrenable simpatía; muy dentro de la tradición española. 
 
Gil estuvo, aquellos días anteriores al asesinato,  en Madrid y asistió a la cena, en la posada en que se tramó la fuga de los asesinos al día siguiente del crimen, entre ellos de su tío Juan de Mesa. 
 
Pronto se esparció por todo Madrid, el rumor de la implicación de Antonio Pérez en el asesinato de Juan de Escobedo y Felipe II,  al darse  cuenta de la traición de su secretario,   mando su detención,  que se produjo el 28 de Julio de 1579.
 
Tras unas serie de entradas y salidas en la cárcel,  en abril de 1590, Antonio Pérez, ayudado por su esposa y después de que nuestro singular vecino de Bubierca Gil de Mesa preparará con una audacia singular la fuga de la cárcel de Madrid,  huyo a Aragón donde se acogió a los Fueros Aragoneses.
 
A Gil se le describe como un hidalgo sin blanca, que se aburría en su pueblo, añorando la vida aventurera de los Países Bajos. 
 
El Conde de Luna le llama “hombre de pecho animado y muy atrevido”, había sido Alférez en Flandes, y, por lo tanto, la lección de la vida heroica y desaprensiva se la sabía de memoria.  Sin grandes escrúpulos ante la fruición de la aventura y poco afecto a la hegemonía castellana, se lanzó con entusiasmo a la defensa de Antonio Pérez, aplicando, a la mala causa, sus efectivas virtudes de valor, audacia y fidelidad. 
 
Así era Gil de Mesa en lo moral.  En lo físico, uno de esos aragoneses enjutos, broncos y tan moreno que debía dar miedo verle, pues la primera vez que se presentó al Condestable de Francia, para llevarle una carta de Antonio Pérez, éste se creyó obligado a prevenir al caballero francés, para que no se asustara al verle.
 
Los recursos que nuestro amigo Gil, que apenas hablaba, eran extraordinarios.  Como he dicho antes,  él fue,  el que preparó y ejecutó la fuga de Antonio Pérez de la cárcel de Madrid.  Nadie le igualaba en el arte de comprar guardianes, de comunicar secretamente con los presos, de pasar disfrazado ante la Justicia, de sacar el molde de una llave, de quebrantar una reja y de salir a uña de caballo cuando había terminado un negocio; sin que le importara, si la ocasión lo requería, despachar de una estocada o de un tiro a quien se le pusiera por delante.  Allí donde él estaba,  era el jefe.  “Gil de Mesa siempre llevó la guía”, escribía Luna.
 
En la huida de Antonio Pérez desde Madrid a Zaragoza, pararon en Bubierca, el pueblo de los Mesa, donde se acogieron en la casa de Mosén Juan de Mesa, otro tío de Gil, Capellán de la iglesia del pueblo.  En Bubierca se reunió una escolta de unos veinte hombres armados que le acompañaron hasta Calatayud.
 
También fue Gil de Mesa, nuestro vecino, el principal organizador de los motines de Zaragoza.  Al Marques de Almenara le dio la primera estocada enla cabeza.  El día 24 de Septiembre, armado de un arcabuz, dirigió el ataque principal contra la tropa en la plaza del Mercado.  En los sitios más crudos de la refriega se le vio, seguido de sus incondicionales, peleando como un león.  Nada da idea de su carácter atolondrado, apasionado, altivo y su  dureza al defender la actitud suya y la de sus amigos  al atacar a los contrarios.  En una palabra, que aunque la causa por la que peleara no fuera muy noble, no podemos dejar de ver que era un tío duro y valiente.
 
Un Bubiercano afrancesado.  Una vez que Antonio Pérez consiguió huir e instalarse en Francia, Gil de Mesa es su compañero inseparable, sirviéndole de agente en todos sus negocios con el Rey y con los grandes y pequeños señores de la Corte francesa.  Llevaba cartas al Monarca; era visitante asiduo del Señor de Varenne y de Incarville, que le hizo varios favores.  Pérez le consiguió un nombramiento de Gentilhombre de Enrique IV y esto le permitía entrar y salir en todos los palacios y servir fácilmente a su señor.  Por lo menos, durante algún tiempo, cobró del Rey de Francia una pensión de 4.000 escudos.
 
La nativa rudeza de Gil debió afinarse en la Corte de Francia.  Allí aprendió a la perfección el estilo de escribir cartas, también tuvo la delicadeza de mandar hacer, por su cuenta, un retrato de Antonio Pérez, de gran tamaño, para enviárselo a sus hijos.  En Gil de Mesa fue en el que más se apoyaba Antonio Pérez, ya casi invalido, en sus últimos paseos a las iglesias vecinas.  Y era él, el que le servia de compañía en las largas horas de soledad, cuando la parálisis de Pérez le impedía salir. Él fue finalmente, el que redactó, por cierto con hermosa letra, la declaración católica y monárquica del moribundo; y si la firma de Pérez, en este documento, está falsificada por Gil, como dijeron los Inquisidores, hay que reconocer que sus aptitudes imitativas sobrepasaban lo común.
 
Después de la muerte de Antonio no volvemos a tener noticias del fiel aragonés.  No he encontrado rastro de su nombre en ninguno de los impresos y documentos de la época.  Lo probable es que terminase su vida en Francia, pues no figura en las gestiones para el indulto de sus compañeros de fatigas.  Vivía, al parecer, contento en París, llevando siempre sobre sí un talismán que le había dado un Carmelita que, según él, le preservó de todo mal en sus andanzas por España y por el extranjero.
 
Evidentemente, este arriscado aragonés se volvió cuerdo a partir de su huida de Aragón.  Le cambió la vida de París.  A poco de pasar la frontera ya no se habla de sus aventuras, sino sólo de sus idas y venidas, llenas de formalidad, como emisario de Pérez y como cortesano del Rey de Francia.
 
El Fiscal de la Inquisición de Zaragoza, en un violento alegato, en 1614, le llamaba todavía, despectivamente, “persona facinerosa y desgarrada”.  Tal vez lo fue en su juventud; pero siempre tuvo, hasta en sus peores aventuras, el acento grave que anuncia una equilibrada madurez.
 
Como el amor es el que suele hacer estos milagros, no hay inconveniente en imaginar que el cetrino mancebo, con alma de bandido generoso, encontró en Francia a una mujer que le hizo entrar en razón y adaptarse definitivamente a la vida de un tranquilo parisién.  
 
Ya veis amigos que hemos tenido un gran aventurero y espadachín en nuestro pueblo.  En nuestros tiempos actuales, no se si hay en Bubierca algún descendiente de los Mesa, no se si hay algún apellido Mesa por nuestro pueblo; pero lo que sí que podemos ver en el documento que aportó mi prima Reyes del censo de Bubierca en el año 1495, que sí que aparecen los apellidos Mesa  (Mosén Joan de Mesa y Miguel de Mesa).  Esta claro que nuestro aventurero Gil de Mesa ( sobre 1560) era descendiente de estos anteriores. 
  
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