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Caballerías
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- Rodolfo Lacal
- @rodolfolacal
Genara Lozano no podía creer lo que le estaba ocurriendo. ¿Cómo era posible que ninguno de los cerca del millar de habitantes de Bubierca hubiera visto algo en aquella noche del 17 de noviembre de 1901? Se preguntaba si la repentina ceguera de todo el pueblo podría deberse a que en el fondo supieran quién o quiénes estaban detrás del suceso. Porque, al fin y al cabo, por muy oscura que fuese la noche, cualquiera, hasta el más miope del lugar sería capaz de distinguir tres bultos de semejante tamaño. Y no digamos el ruido de los cascos golpeando los cantos rodados, hábilmente sujetados con argamasa que tapizan el pasillo central de cada calle para que las caballerías no resbalen. Es más, dos de sus tres asnos, el negro almendrado y el cárdeno, eran de un buen tamaño, no en vano tenían ya seis años de edad; el otro, el blanco, aunque más viejo, era de menor alzada.
Poco a poco esa sospecha se fue difuminando al tiempo que preguntaba a sus vecinos. No puede haber sido alguien de aquí, le decían; si así fuera, ¿para qué querría un vecino del pueblo tener tres burros escondidos sin poder sacarlos a la calle y que otros lugareños los reconocieran al instante como los robados a la Genara? Sin duda los autores del hurto eran de otro lugar. Puesto que el Camino Real de Madrid a Zaragoza discurre por el medio del pueblo, el movimiento de forasteros es considerable, entre ellos muchos desarrapados buscavidas que volvieron con una mano delante y otra detrás de las colonias perdidas de Cuba, Puerto Rico y Filipinas.
De modo que, tras la denuncia en la Guardia Civil, solo le quedó la esperanza de que el edicto del juez en el que pedía a los pueblos de Zaragoza y provincias próximas que estuvieran alerta surtiera algún efecto.
Hasta donde las hemerotecas y archivos públicos nos han permitido llegar en el rastreo de esta historia, no hemos podido averiguar si Genara recuperó sus burros.
Lo peculiar del caso es lo infrecuente del robo de las caballerías en la cuadra, siempre situada en los bajos de la casa del propietario o propietaria ya que, lógicamente, los ladrones se exponen a ser inmediatamente identificados.
En las hemerotecas es mucho más frecuente encontrar casos de caballerías que son robadas por el monte, circunstancia no ajena a Bubierca pues en el Boletín Oficial de la Provincia de Zaragoza del jueves 13 de junio de 1861 se informa del hurto de una caballería menor, propiedad de Manuel Cubero Romero, mientras pacía en término de Bubierca. Se solicitaba la colaboración de alcaldes y otras autoridades para saber de su paradero y se daban las señas, muy detalladas por cierto, necesarias para identificarla: “Pelo pardo oscuro, alzada regular, siete años, con aparejo de estopa, ataharre de retazos, cincha de cáñamo, lomillos y un costal viejo de estopa per sudadero, jamagas y sogas, descalzo, ronzal de baqueta”.
Vamos, que con tanta información tendría que ser fácil encontrarla, aunque me temo que el ladrón lo primero que haría sería despojarle de todo lo que llevaba encima.
En otras ocasiones lo que pasaba era que la caballería se extraviaba y aparecía en otro término municipal. El 16 de marzo de 1867 apareció en los montes de Bubierca una caballería menor de pelo cárdeno sin aparejo alguno. De ello se dio aviso en el Boletín Oficial de la Provincia unos días después.
Todo lo relatado en los párrafos anteriores dan una buena idea dela presencia e importancia de las caballerías en aquellos tiempos para las labores del campo y para desplazarse entre pueblos. Como ejemplo baste decir que en septiembre de 1915 había 40 caballerías mayores y 70 menores en Bubierca cuando el número de habitantes, en pleno descenso, no llegaba a 900. Por ello resulta insólita la última historia que incluyo en esta nota.
El 15 de junio de 1896 el Gobernador provincial de Zaragoza emitió una circular en la que se pedía a quien fuera el propietario de una mula de tres años, pelo castaño oscuro, alzada cinco cuartas y la cola corta que había sido abandonada en la posada de Jorge Franco Sisón de Bubierca fuese a recogerla y pagase los gastos que había ocasionado.
Tremendo despiste el del dueño de la mula.
Fuente:
Boletín Oficial de la Provincia de Zaragoza.
© Rodolfo Lacal Pérez
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