Bubierca
Página no oficial de Rodolfo Lacal |
En esta ocasión no voy a hacer
comentario inicial alguno para que se pueda apreciar mejor el relato y para que
cada uno vaya sacando sus conclusiones. Este artículo se publicó en El
Avisador Numantino del 10 de julio de 1926:
PAGINAS
DE LA VIDA
EL
VIEJO MAESTRO
Hace
muchos años,
la ceniza del tiempo fue dejando en nuestra cabeza señales
indelebles; pero la llama viva del recuerdo subsiste esplendorosa.
Despertábamos
a la vida en una aldeita insignificante, dormida en las faldas del puerto de
Piqueras, la montaña
de casi eterna blancura.
Muy
niños
asistíamos
a la Escuela del lugar para recibir las primeras nociones de
instrucción
elemental.
Era
aquella Escuela un cuartucho insignificante, pequeñísimo
para establo, incapaz en todo trance, para templo de enseñanza.
La
luz recibíase
por un ventanuco que daba más
entrada al cierzo horrible que al sol fortificante y vigorizador.
En
el pequeño
espacio nos reuníamos
hasta veinte muchachos, cuando la nieve permitía
salvar el corto trecho que mediaba desde las pobres viviendas a la
mísera
Escuela.
Aquella
pequeñez,
la ruindad del local, tenía
por compensación
la grandeza de una figura majestuosa: la del Maestro, todo bondad,
vocación,
cultura y altruismo.
Enseñaba
con su palabra, con su ciencia y con su ejemplo.
En
la aldea no podía
existir un analfabeto, porque el Maestro lo hubiera "cazado" con ingeniosas
artes, para enseñarle
a manejar su mano derecha.
Y
era preciso andar ligero en la instrucción
de la pequeña
tropa, pues los muchachos, al cumplir los diez años,
o antes, empezábamos
a probar fortuna, acompañando
a nuestros padres en sus rudas y fatigosas labores, a prestar servicio en el
comercio de lejanas tierras, o en donde pudiérase
ganar algo para cubrir las modestas necesidades propias y ayudar más
tarde a la familia.
El
buen Maestro nos preparaba admirablemente para tales empresas y no somos pocos
los que hemos logrado defendernos merced a sus utilísimas
enseñanzas,
muy prácticas
y exentas de pedantería.
Un
día,
el Profesor querido tuvo que ausentarse del lugar; le remuneraban con 250
pesetas anuales y le correspondía
ascender para percibir la importante suma de 375 pesetas en los 365
días
del año.
También
nosotros hubimos de salir de la aldea aherrojados por la desgracia, llevando en
el alma el luto que aflige a los niños
sin padre y sin otro amparo que el de una mujer, santa por ser madre, dispuesta
a verificar los mayores heroísmos
en favor de sus hijos.
Con
el viejo Maestro hemos sostenido siempre cariñosa
correspondencia.
Nos
saludaba en cualquier momento feliz de nuestra actuación
pública.
En el primer artículo
periodístico,
en la campaña
de éxito,
en la polémica
apasionada, en los zarpazos de la adversidad, en nuestros duelos,
jamás
faltó
la carta amable, de letra clásica
española
y de altos conceptos caballerescos, que templaba el espíritu
y fortalecía
nuestra voluntad.
Y
todos los años,
al aproximarse las festividades del Año
Nuevo, llega a nuestra casa una repleta cesta de exquisito regalo del Maestro y
a la de éste
un "dulce" recuerdo del discípulo
agradecido.
Acabamos
de obtener una satisfacción
inenarrable.
Cerca
de aquí,
de Alhama, en Bubierca, ejerce ¡TODAVIA!
el Maestro de nuestros cariños
su trascendental misión,
y hemos dejado unos momentos el balneario para darle un abrazo al ancianito, al
Maestro de La Rubia, a nuestro don Pedro García.
Ha
sido para nosotros un día
de gran fiesta y fiesta de gran emoción
espiritual.
PHILIPO
Seguiré sin hacer comentarios ni dar
explicaciones porque tengo más sobre el Maestro D. Pedro García que ayudará a atar cabos al lector. Este
otro artículo se publicó casi un año después, en concreto en El
Avisador Numantino del 18 de mayo de 1927:
Homenaje
a un Maestro soriano
El
pueblo de Bubierca (Zaragoza) se ha honrado rindiendo solemne y
cariñoso
homenaje de gratitud y de amor al maestro tan humilde como bueno, tan
inteligente como laborioso don Pedro García,
hijo de la provincia de Soria, donde también
ejerció
las altas funciones de educador, dejando en los pueblos, en los padres de
familia y en los que fueron sus discípulos
el gratísimo
recuerdo que ya alguna vez exteriorizó
en estas columnas nuestro Director señor
Las Heras, para quien su viejo Maestro es el símbolo
de los hombres que deben tomarse por modelos y merecedor de los más
grandes respetos y de las más
entusiastas y sinceras manifestaciones de cariño.
Día
tras día,
sin que la ingratitud mellase los entusiasmos del buen Maestro, sin que las
malas pasiones que nacen en todas las tierras y bajo todos los cielos,
debilitaran la abnegación
del hombre encargado de iluminar las inteligencias infantiles, durante treinta y
cinco años
don Pedro García
acudió
a la Escuela de Bubierca para, con su ciencia y con su ejemplo, educar a varias
generaciones de escolares.
No
cayeron las ideas nobles y generosas en campo estéril.
Aquellos niños
que se agrupaban alrededor del Maestro en la Escuela humilde, ahora, hombres ya,
se han reunido, en un acto solemne y magestuoso, para proclamar las virtudes y
los méritos
del que les enseñó
a leer, a rezar y a ser ciudadanos trabajadores, dignos y
caballerosos.
El
Alcalde de Bubierca, en nombre del pueblo, hizo entrega a don Pedro
García
de un artístico
pergamino, con las firmas de todas las autoridades locales, en el que se hace
constar la gratitud al Maestro soriano.
Además,
por acuerdo del Ayuntamiento, se ha dado el nombre de don Pedro
García
a la calle en donde está
edificada la Escuela.
Y
cuando terminaron las ceremonias oficiales, presididas por el Delegado
Gubernativo de Zaragoza, y en las que se pronunciaron elocuentes discursos, tuvo
lugar en una hermosa finca del señor
Alcalde de Bubierca, espléndido
banquete en honor del buen Maestro.
Felicitamos
a las autoridades y al vecindario de Bubierca por el timbre glorioso que han
conquistado honrando a un humilde hijo de Soria, al Maestro anciano que
exaltó
la ingénita
nobleza aragonesa, y a nuestro querido don Pedro le enviamos un abrazo en el que
condensamos todos los afectos que nos inspira y que muy vivamente
conservamos.
¿Quién no ha tenido un maestro o
maestra que recuerda con cariño? A mi estos dos relatos me emocionan cada vez
que los leo. Y ahora entiendo que aquellos bubiercanos y bubiercanas que habían
pasado la cincuentena ya en los años 70, cuando yo iba a pasar el verano en el
pueblo, supieran todos leer y escribir. Y ahora entiendo por qué el mejor regalo
que se le podía llevar a mi querido tío Antonio era un periódico, una revista o
un libro. Me sumo, pues, a los que agradecieron en su día la labor del Maestro
(con mayúscula inicial) D. Pedro García.
En la primera versión de esta nota sobre el viejo maestro preguntaba si alguien me podía informar si la calle de las escuelas se sigue llamando Pedro García. Me respondió en enseguida Pili Borque y me aclaró que la calle que va desde El Portillo hasta la bajada a la fuente del pueblo se sigue llamando calle de Pedro García, con lo que me alegra enormemente que la memoria de quien contribuyó al desarrollo de Bubierca siga presente en nuestro pueblo.
Solo me queda mencionar que en El
Sol del 7 de noviembre de 1930 se publicó una nota en la que se dice que,
entre otros muchos, D. Pedro García, Maestro de Bubierca se jubilaba por edad
por esas fechas.
Espero que os haya gustado tanto
como a mi.