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Bubierca

Página no oficial de Rodolfo Lacal

El Viejo Maestro
 
Actualizada el 19 de diciembre de 2011

 

En esta ocasión no voy a hacer comentario inicial alguno para que se pueda apreciar mejor el relato y para que cada uno vaya sacando sus conclusiones. Este artículo se publicó en El Avisador Numantino del 10 de julio de 1926:

 

PAGINAS DE LA VIDA

 

EL VIEJO MAESTRO

 

Hace muchos años, la ceniza del tiempo fue dejando en nuestra cabeza señales indelebles; pero la llama viva del recuerdo subsiste esplendorosa.

 

Despertábamos a la vida en una aldeita insignificante, dormida en las faldas del puerto de Piqueras, la montaña de casi eterna blancura.

 

Muy niños asistíamos a la Escuela del lugar para recibir las primeras nociones de instrucción elemental.

 

Era aquella Escuela un cuartucho insignificante, pequeñísimo para establo, incapaz en todo trance, para templo de enseñanza.

 

La luz recibíase por un ventanuco que daba más entrada al cierzo horrible que al sol fortificante y vigorizador.

 

En el pequeño espacio nos reuníamos hasta veinte muchachos, cuando la nieve permitía salvar el corto trecho que mediaba desde las pobres viviendas a la mísera Escuela.

 

Aquella pequeñez, la ruindad del local, tenía por compensación la grandeza de una figura majestuosa: la del Maestro, todo bondad, vocación, cultura y altruismo.

 

Enseñaba con su palabra, con su ciencia y con su ejemplo.

 

En la aldea no podía existir un analfabeto, porque el Maestro lo hubiera "cazado" con ingeniosas artes, para enseñarle a manejar su mano derecha.

 

Y era preciso andar ligero en la instrucción de la pequeña tropa, pues los muchachos, al cumplir los diez años, o antes, empezábamos a probar fortuna, acompañando a nuestros padres en sus rudas y fatigosas labores, a prestar servicio en el comercio de lejanas tierras, o en donde pudiérase ganar algo para cubrir las modestas necesidades propias y ayudar más tarde a la familia.

 

El buen Maestro nos preparaba admirablemente para tales empresas y no somos pocos los que hemos logrado defendernos merced a sus utilísimas enseñanzas, muy prácticas y exentas de pedantería.

 

Un día, el Profesor querido tuvo que ausentarse del lugar; le remuneraban con 250 pesetas anuales y le correspondía ascender para percibir la importante suma de 375 pesetas en los 365 días del año.

 

También nosotros hubimos de salir de la aldea aherrojados por la desgracia, llevando en el alma el luto que aflige a los niños sin padre y sin otro amparo que el de una mujer, santa por ser madre, dispuesta a verificar los mayores heroísmos en favor de sus hijos.

 

Con el viejo Maestro hemos sostenido siempre cariñosa correspondencia.

 

Nos saludaba en cualquier momento feliz de nuestra actuación pública. En el primer artículo periodístico, en la campaña de éxito, en la polémica apasionada, en los zarpazos de la adversidad, en nuestros duelos, jamás faltó la carta amable, de letra clásica española y de altos conceptos caballerescos, que templaba el espíritu y fortalecía nuestra voluntad.

 

Y todos los años, al aproximarse las festividades del Año Nuevo, llega a nuestra casa una repleta cesta de exquisito regalo del Maestro y a la de éste un "dulce" recuerdo del discípulo agradecido.

 

Acabamos de obtener una satisfacción inenarrable.

 

Cerca de aquí, de Alhama, en Bubierca, ejerce ¡TODAVIA! el Maestro de nuestros cariños su trascendental misión, y hemos dejado unos momentos el balneario para darle un abrazo al ancianito, al Maestro de La Rubia, a nuestro don Pedro García.

 

Ha sido para nosotros un día de gran fiesta y fiesta de gran emoción espiritual.

 

PHILIPO

 

Seguiré sin hacer comentarios ni dar explicaciones porque tengo más sobre el Maestro D. Pedro García que  ayudará a atar cabos al lector. Este otro artículo se publicó casi un año después, en concreto en El Avisador Numantino del 18 de mayo de 1927:

 

Homenaje a un Maestro soriano

 

El pueblo de Bubierca (Zaragoza) se ha honrado rindiendo solemne y cariñoso homenaje de gratitud y de amor al maestro tan humilde como bueno, tan inteligente como laborioso don Pedro García, hijo de la provincia de Soria, donde también ejerció las altas funciones de educador, dejando en los pueblos, en los padres de familia y en los que fueron sus discípulos el gratísimo recuerdo que ya alguna vez exteriorizó en estas columnas nuestro Director señor Las Heras, para quien su viejo Maestro es el símbolo de los hombres que deben tomarse por modelos y merecedor de los más grandes respetos y de las más entusiastas y sinceras manifestaciones de cariño.

 

Día tras día, sin que la ingratitud mellase los entusiasmos del buen Maestro, sin que las malas pasiones que nacen en todas las tierras y bajo todos los cielos, debilitaran la abnegación del hombre encargado de iluminar las inteligencias infantiles, durante treinta y cinco años don Pedro García acudió a la Escuela de Bubierca para, con su ciencia y con su ejemplo, educar a varias generaciones de escolares.

 

No cayeron las ideas nobles y generosas en campo estéril. Aquellos niños que se agrupaban alrededor del Maestro en la Escuela humilde, ahora, hombres ya, se han reunido, en un acto solemne y magestuoso, para proclamar las virtudes y los méritos del que les enseñó a leer, a rezar y a ser ciudadanos trabajadores, dignos y caballerosos.

 

El Alcalde de Bubierca, en nombre del pueblo, hizo entrega a don Pedro García de un artístico pergamino, con las firmas de todas las autoridades locales, en el que se hace constar la gratitud al Maestro soriano.

 

Además, por acuerdo del Ayuntamiento, se ha dado el nombre de don Pedro García a la calle en donde está edificada la Escuela.

 

Y cuando terminaron las ceremonias oficiales, presididas por el Delegado Gubernativo de Zaragoza, y en las que se pronunciaron elocuentes discursos, tuvo lugar en una hermosa finca del señor Alcalde de Bubierca, espléndido banquete en honor del buen Maestro.

 

Felicitamos a las autoridades y al vecindario de Bubierca por el timbre glorioso que han conquistado honrando a un humilde hijo de Soria, al Maestro anciano que exaltó la ingénita nobleza aragonesa, y a nuestro querido don Pedro le enviamos un abrazo en el que condensamos todos los afectos que nos inspira y que muy vivamente conservamos.

 

¿Quién no ha tenido un maestro o maestra que recuerda con cariño? A mi estos dos relatos me emocionan cada vez que los leo. Y ahora entiendo que aquellos bubiercanos y bubiercanas que habían pasado la cincuentena ya en los años 70, cuando yo iba a pasar el verano en el pueblo, supieran todos leer y escribir. Y ahora entiendo por qué el mejor regalo que se le podía llevar a mi querido tío Antonio era un periódico, una revista o un libro. Me sumo, pues, a los que agradecieron en su día la labor del Maestro (con mayúscula inicial) D. Pedro García.

 

En la primera versión de esta nota sobre el viejo maestro preguntaba si alguien me podía informar si la calle de las escuelas se sigue llamando Pedro García. Me respondió en enseguida Pili Borque y me aclaró que la calle que va desde El Portillo hasta la bajada a la fuente del pueblo se sigue llamando calle de Pedro García, con lo que me alegra enormemente que la memoria de quien contribuyó al desarrollo de Bubierca siga presente en nuestro pueblo.

 

Solo me queda mencionar que en El Sol del 7 de noviembre de 1930 se publicó una nota en la que se dice que, entre otros muchos, D. Pedro García, Maestro de Bubierca se jubilaba por edad por esas fechas.

 

Espero que os haya gustado tanto como a mi.

 

 

 

 
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