Bubierca
Página no oficial de Rodolfo Lacal |
Estamos
acostumbrados a oír hablar de suicidios por razones amorosas y uno piensa que en
aquellos años del siglo XIX, quizás por cómo nos lo han pintado en las
películas, ese era el móvil que llevaba a tal decisión. Sin embargo, el primer
caso que traigo hoy obedece a otra razón, sorprendente si se quiere, porque se
trató de razones políticas. Leed, leed lo que publicó el diario La
Discusión del 4 de junio de 1874 y lo
comprobaréis:
El
domingo a las cuatro de la tarde ocurrió una sensible desgracia en el pueblo de
Bubierca.
Un
joven de la reserva actual, a quien su padre, a pesar de las constantes y
rotundas negativas de aquél, inducía con insistencia a que no se presentase a
servir a las órdenes del Gobierno sino a las de los carlistas, se arrojó cruzado
sobre la vía férrea, de tal manera, que el tren, pasándole por encima, le separó
la cabeza del cuerpo.
Deploramos
este dolorosa suceso.
A mi que me
huele un poco esta noticia a propaganda oficialista ... No sé. Igual soy un mal
pensado, pero si el mozo no quería irse con los carlistas, se escapa de casa, se
presenta al ejército en otro pueblo y listo. Claro que, de haber hecho eso,
tendría que haber explicado el por qué y su padre podría haber sido ajusticiado
en consecuencia. Elucubraciones mías, no me hagáis mucho caso porque la noticia,
escrita exactamente igual, palabra por palabra, apareció también en La
Epoca del 6 de junio y en el Diario de Córdoba del mismo
día.
El siguiente
caso ya se debió a temas amorosos. Se publicó en El
Imparcial del 5 de mayo de 1911 y decía lo
siguiente:
Calatayud
4.- Un joven de diez y ocho años, natural de Bubierca, llamado Tomás Blanco,
arrojóse al paso de un tren de mercancías y falleció al llegar al
hospital.
Obedece
el suicidio a contrariedades amorosas.
Nada que
comentar. El último caso es diferente. También por causa de amores, pero más
complejo. Ocurrió dos años antes y se publicó en La
Correspondencia de España del 9 de enero de
1909:
Comunican
de Bubierca que el amante de Agueda Sursot, Pascual Andaluz, disparó sobre
aquélla un tiro, y al creerla muerta, dirigió el arma contra
sí.
Tanto
una como otro están graves.
El
juzgado interviene en el asunto.
Ya os decía
yo que este caso era más complejo. Da para imaginar qué llevó al Pascual a hacer
tal cosa.