Sub Menu contents
Bubierca

Página no oficial de Rodolfo Lacal

Epidemias - Segunda Parte
 
Actualizada el 2 de mayo de 2013


Sin despreciar los efectos de otras epidemias, como la de tos ferina, me atrevo a afirmar que la más temida y quizás más repetida en la comarca del Alto Jalón era la de cólera. Todavía recuerdo la de los años 1960, en que nos vacunaron a todos hasta en Zaragoza. En el siglo XIX encuentro en El Clamor Público del 4 de julio de 1855 un primer brote:

Según nos escriben de Calatayud con fecha 1º, parecen que se notaron en la misma cuatro casos de cólera, falleciendo dos de los atacados. El 30 último apareció también en el pueblo de Torralba, donde causó la muerte al que tuvo la desgracia de ser acometido. Lo propio sucedió en Ateca, ignorándose que haya sucumbido persona alguna. Pero donde se deja sentir con bastante fuerza es en Ariza. Sobrecogida la población con el fallecimiento de treinta vecinos en pocos días ha emigrado más de la tercera parte, dejando al resto en el mayor desconsuelo. Aun cuando se adoptan enérgicas medidas para contener la enfermedad, parece que se echa de ver la falta de facultativos. Es regular que el gobernador civil haya tomado á estas horas alguna determinación para devolver Ia calma á los habitantes de Ariza y pueblos comarcanos.

El mismo diario, El Clamor Publico, unas semanas después, en concreto en su edición del 31 de julio de 1855, daba por concluida la epidemia de este modo:

Ha desaparecido el cólera de Ateca, cuya maligna influencia costó próximamente trescientas víctimas. Triste fue el aspecto que presentaba la población durante la epidemia. Los médicos recorrían las calles á caballo, habiendo enfermado por efecto del cansancio. Los invadidos se hallaron casi abandonados, el clero en su mayor parte participó de la epidemia, las tiendas cerradas y todos los habitantes llorando á sus parientes y amigos.

Es una desgracia que no se haya encontrado un remedio capaz de combatir tan terrible enfermedad.

La junta de sanidad recogió cuatro ó seis mil reales que se repartieron entre los mas necesitados. Parece que pronto cantarán el Te Deum.

La epidemia, supongo, ahuyentó el turismo y produjo la ruina completa de la temporada de baños en Alhama de Aragón, pues no tardaron en dejar claro desde ese pueblo que la epidemia había concluido, tal como leo en el Diario de Avisos de Madrid del 7 de agosto de 1855:

COMUNICADO

Dirección de los baños minerales de Alhama de Aragón

Siendo escesivas las comunicaciones que diariamente me dirigen de muchas provincias, y por los partes telegráficos de la corte, respecto al estado sanitario de esta población y sus establecimientos de baños, debo manifestar al público, y en particular, para tranquilizar a la humanidad doliente que reclama el benefico ausilio de estas aguas medicinales, lo siguiente: 1º Que el pueblo de Alhama disfruta en la actualidad de la más completa y cabal salud por parte de todos sus moradores. 2º, Que los estragos causados por el cólera en los pueblos de esta comarca, como en Ariza, Ateca y Calatayud, se han dado ya por terminados. 3º, Y que en cuanto a sus establecimientos de baños, creído por muchos que estaban cerrados por dichas circunstancias han continuado abiertos y funcionando sin cesar desde el día de su inauguración, habiendo sido la mayor parte de la concurrencia procedente de puntos infestados, y sin que por esta causa se haya notado en ningún bañista el más leve síntoma de la enfermedad reinante; antes bien, por la propiedad tónico-estiptica del mineral, ha disipado la diarrea epidémica a los que la traían, reconstituyéndolos sin trastorno e insensiblemente en su normalidad. Alhama 1º de agosto de 1855. Tomás Parraverde.

Tengo serias dudas de que las aguas de Alhama, que no dudo que son muy buenas para la salud, sean capaces de curar el cólera. Pero aún tengo más serias dudas del remedio que un atecano afirmó tener para lo mismo, según contó La República muchos años después, el 23 de julio de 1884:

En una correspondencia de Ateca leemos lo siguiente:

«Con esta fecha, y por un individuo de esta población, se pone en conocimiento del célebre doctor Koch, de la Real Academia de Medicina de Madrid y de la de Paris, un caso ocurrido durante la invasión colérica del año 1855 en esta misma población; fue el siguiente:

«Un individuo se vio atacado por dicha enfermedad. Confiado en su robustez física y haciendo alarde de un valor á toda prueba, tomó su escopeta y se marchó al campo á cazar. Los síntomas coléricos se acentuaron, los vómitos y diarreas premonitorias se presentaron, dolorosas contracturas extinguían sus fuerzas y debilitaban la robustez de sus vigorosas extremidades; una sed abrasadora, la sed del periodo álgido, se hizo notar de una manera marcadísima, y no encontrando agua con que apagarla, y hallándose en medio de un viñedo donde los agraces (ó sean uvas sin madurar ó sazonar) le brindaban con su refrigerante ácido, tomó un racimo, otro y otro, aplacó su sed y recobró sus fuerzas. Desaparecieron los acerbos calambres, y con ellos los vómitos y la diarrea, y sano y curado ya regresó al pueblo, de donde había partido quizá con ánimo de no volver más.»

Vaya historieta, ¿verdad?

El cólera de 1855 acabó en la comarca, pero hubo quién dijo que se exportó a otros lugares. La Epoca del 9 de agosto de 1855 decía lo siguiente:

En Soria continúa el cólera haciendo algunas víctimas; pero no aumenta de una manera notable. Agreda sigue ofreciendo un lastimoso cuadro y son muchas las defunciones, lo mismo que en Monteagudo. Én una correspondencia del Burgo de Osma dice haberse presentado allí también el terrible azote, extendiéndose en la provincia por las más infelices aldeas en un principio, para llegar después á la capital.

Su aparición tuvo lugar en el pueblo de Villares y desde él ha recorrido todos los de la ribera del río Merrancho, haciendo numerosas víctimas, principalmente en Almajano. Por otra parte ha aparecido en Almarza, pueblo que no llega a 100 vecinos, y donde solo el día 2 hubo 21 muertos además de otros 100 invadidos. En lo demás de la provincia solo se deja sentir alguno que otro caso, y no completamente marcado. En la villa de Almazán son pocas las defunciones, y en esta del Burgo do Osma, solo uno con síntomas sospechosos; pero no es exactamente caracterizado, se presentó anoche, y ese era un transeúnte que venia de Ateca, villa infestada en Aragón.

El misterio del pueblo de Almarza: 100 vecinos, 21 fallecidos en un día y 100 invadidos por el cólera. No me salen las cuentas.

Dejándome de bromas macabras, concluiré diciendo que la epidemia de cólera de 1855, a la que me he referido hasta ahora, no fue, ni de lejos, la peor del siglo XIX. La del año 1885 tuvo tal extensión que podría aburrir al lector con páginas y páginas de diarios indicando para cada día el número de afectados y fallecidos en cientos de pueblos de España. Bubierca no escapó a ello. Me limitaré a copiar aquí el cuadro resumen realizado una vez acabada la epidemia para la comarca de Ateca y que se encuentra en la obra "Resumen general de las invasiones y defunciones por causa de COLERA ocurridas en ESPAÑA durante el año de 1885"





Como dije, esta epidemia fue terrible. Del cuadro anterior me llama la atención que Bubierca tenía en 1885 una población similar e incluso mayor que otros pueblos de la comarca que hoy siguen vivos, con cientos de habitantes, mientras que el nuestro agoniza por debajo del centenar censado y de la cincuentena viviendo en él en invierno. Siempre he querido analizar a qué se debió ese declive gradual de habitantes a lo largo del siglo XX. A bote pronto se me ocurre que el tránsito de una sociedad agrícola a una sociedad industrial acabó con el desarrollo de Bubierca, dado que, salvo su rica vega, no cuenta con áreas planas y con suficiente agua como para albergar industria. Pero de eso ya hablaré algún día cuando actualice la página sobre demografía con los nuevos datos que he encontrado.

 Volver arriba