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Bubierca

Página no oficial de Rodolfo Lacal

No a todos les gusta Bubierca
 
Actualizada el 2 de junio de 2014


La opinión que nos formamos sobre los lugares que conocemos depende de muchos factores. Obviamente, la belleza de los monumentos o de los paisajes es uno de los principales. Nadie me negará, sin embargo, la importancia que tiene el vínculo emocional con esos lugares. Bubierca puede atraer quizás por sus cerros y el curso sinuoso del río Jalón que riega su verde vega, pero quien no haya tenido vivencias de infancia o juventud en el pueblo difícilmente lo hallará bonito.

Son muchos los viajeros, de los que he hablado ya o hablaré en otras entregas, que han descrito Bubierca. Unos lo ensalzan y otros lo pintan mal. En esta entrega se da este último caso.

La obra de 1872 titulada "La vuelta por España: viaje histórico, geográfico, científico, recreativo y pintoresco" relata un viaje de cinco personajes —D. Cleto, Castro, Pravia, Sacanell y Azara— que van dialogando sobre los lugares que recorren. De ahí he obtenido el siguiente extracto mientras se dirigen en tren de Alhama de Aragón a Ateca.

— ...... Negar que ha sido un gran adelanto fuera absurdo, yo lo único que digo, que para los que como nosotros se dediquen al viajar por instrucción y recreo, no sirve el ferrocarril más que para conducirnos en breve espacio desde una estación a otra, en la cual hemos de abandonar tan cómodo medio de locomoción, para detenernos y estudiar, y apreciar con mayor calma las condiciones particulares de aquel punto.

— Desde luego.

— Vaya señores, ¿está ya suficientemente discutida esta cuestión? — preguntó Castro.

— Si, ¿por qué lo dices?

— Porque quiero hacer una pregunta a D. Cleto sobre una cosa que muchas veces se me ha ocurrido sin haber encontrado nunca oportunidad para hacerla.

— ¡Cáspita! ¿Y no has podido hacerla siendo tan interesante como supones?

— Se me ha ocurrido siempre en momentos en que fuera imprudencia interrumpir el relato que D. Cleto nos hacía, y cuando le terminaba habíase ya borrado de mi pensamiento.

— Pues habla ahora. Pregunta cuanto quieras.

— Diga V., que como siempre dispuesto me hallo a contestarle.

— Tantas veces que nos ha hablado de combates bien en las épocas romanas, góticas o árabes, he querido decirle que nos explicara las armas con que combatían en las distintas épocas y siempre se me ha pasado.

— ¡Caramba! Tienes razón, a ninguno se nos había ocurrido.

— Y es una pregunta muy natural y que no sé como a mi mismo pudo escapárseme el omitirlo.

— Pues ahora puede V. subsanar fácilmente ese descuido.

— Desde luego y aprovecharemos el trayecto hasta Ateca para esto.

— ¿No hay estación alguna intermedia?

— Si señores, Bubierca, que aun cuando población de unos trescientos vecinos, con dos iglesias, escuela de instrucción primaria y bastante rica por su agricultura, y por las condiciones de su suelo fertilizado por el Jalón, no tiene un gran atractivo para el viajero ni por su historia ni por sus monumentos.

— En ese caso cree V. que no debemos detenernos en ella.

— Justamente; por eso tomé los billetes para Ateca pasando por alto a Bubierca.

— Pues entonces aprovechemos el tiempo y díganos V. algo sobre armas.


Solo por el lenguaje ya se da uno cuenta de lo cursis que eran los tales viajeros que, lógicamente, no se iban a ensuciar los zapatos en las calles de Bubierca.

Por otro lado, si bien el tal D. Cleto, que parece el jefecillo de la banda, hace una buena descripción de la riqueza agrícola de Bubierca, se equivoca al decir que no tiene interés ni por su historia ni por sus monumentos. Es curioso que se pongan a hablar de las armas que usaron los romanos precisamente cuando atraviesan un pueblo citado ya en los Epigramas de Marco Valerio Marcial que, por cierto, creo que en aquellos años todavía se creía que podía ser nativo de Bubierca. Y encima habla de armas, cuando pasa cerca del pueblo de Castejón de las Armas sin citarlo en el texto que viene después del que he transcrito, o atraviesa el tren varios puentes sobre el Jalón, del que el propio Marcial decía que sus aguas forjaban el acero de las espadas.

Además, algo no me cuadra en las fechas. El tramo Alhama - Ateca del ferrocarril fue inaugurado en 1863 y este libri es de 1872, tan solo nueve años después. Tengo entendido —debo averiguarlo con exactitud— que se tardó varios años en construir la estación de Bubierca después de haber puesto la linea en funcionamiento. Luego podría ser que cuando los viajeros pasaron por la zona no hubiese parada en Bubierca y si existiera ya cuando escribieron el libro. Esa sería la razón por la que no se detuvieron a visitar el pueblo, digo yo. Y si no, pues que les den morcilla.

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