Bubierca
Página no oficial de Rodolfo Lacal |
Se me va a permitir que
en una web que trata
fundamentalmente de recuperar la memoria de nuestro pueblo y mostrar su
presente, me sumerja en su futuro. Claro está que yo no soy un vidente y no leo
el porvenir. Tan solo pretendo hacer un ensayo de cómo puede ser Bubierca dentro
de unos años. Y lo voy a hacer en tono de broma e ironía. Todo ello a raíz de
los rumores de estos primeros días de mayo de 2012, según los cuales las
autovías españolas podrían pasar a tener peaje, por obra y gracia del gobierno
que llegó al poder con aire de salvador, y que poco a poco se va desvelando como
más de lo mismo e incluso más dañino que el anterior para los bolsillos del
españolito de a pie. Si lo que se dice en los
medios de comunicación se lleva a cabo, no tardaremos mucho en ver otra obra
invasora del paisaje en nuestro monte: las casetas de peaje en la subida a la
autovía en el barranco de Valdechavida. Y digo yo, ¿Cobrarán peaje al tractor
que vaya a tomar el camino de Valdechavida que sale a su izquierda? Mira que
estos, por recaudar, son capaces de todo. Si las casetas de peaje
por si mismas ya representarán un cambio en la vista desde nuestra ermita,
imagino, y espero, que quienes trabajen en ellas cobrando el peaje sean al menos
del pueblo. ¡A ver si encima nos ponen gente de otros pueblos a
cobrarnos! Ahora bien, lo que de
verdad va a cambiar es la vida en el pueblo que, se me antoja, podría volver a
ser parecida a la de los muy recordados —por los de mi generación— años setenta.
Me explico. La primera consecuencia
de instaurar el pago por transitar en la autovia de Aragón será que, en aquellos
tramos en los que la antigua Nacional II no fue destruida, vuelvan a circular un
mayor número de vehículos para evitar el pago. Así, de golpe y porrazo,
volveremos a ver pasar esos grandes camiones que tanto ruido producen y que,
dependiendo del cansancio del conductor, hasta remodelaban las esquinas y
paredes de las casas que dan a la carretera. O las echaban abajo. Eso sí,
volveremos a disfrutar de esas excursiones a la curva de Los Chorros, o a otras
no menos famosas, a recoger los productos transportados por los camiones que
allí volverán a volcar. Creo recordar que en las narraciones de Pedro Marquina
se hace referencia a muchos de esos casos. Además de los camiones,
me atrevo a vaticinar que muchos turismos harán lo mismo, con lo que, de vez en
cuando, alguno parará a hacer alguna de las clásicas preguntas de aquellas
épocas pasadas: ¿Quedan aún muchos kilómetros de curvas? ¿Esta niebla (en
invierno) es normal? ¿Hay algún sitio para comer aquí? Y la más famosa: ¿Para ir
al Monasterio de Piedra, por favor? No todo será negativo,
sin embargo. Si todo lo que he predicho en párrafos anteriores se cumpliera, es
muy probable que a alguien se le ocurra abrir un bar/restaurante junto a la
carretera. Y os confieso que nada me haría más feliz que volver a ver colgado en
Bubierca un cartel en el que diga "On parle français", como el que se leía a la
entrada del recordado y entrañable "Bar de La
Mercedes".