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Bubierca

Página no oficial de Rodolfo Lacal

Regreso al pasado
 
Actualizada el 9 de mayo de 2012

Se me va a permitir que en una web que trata  fundamentalmente de recuperar la memoria de nuestro pueblo y mostrar su presente, me sumerja en su futuro. Claro está que yo no soy un vidente y no leo el porvenir. Tan solo pretendo hacer un ensayo de cómo puede ser Bubierca dentro de unos años. Y lo voy a hacer en tono de broma e ironía. Todo ello a raíz de los rumores de estos primeros días de mayo de 2012, según los cuales las autovías españolas podrían pasar a tener peaje, por obra y gracia del gobierno que llegó al poder con aire de salvador, y que poco a poco se va desvelando como más de lo mismo e incluso más dañino que el anterior para los bolsillos del españolito de a pie.

 

Si lo que se dice en los medios de comunicación se lleva a cabo, no tardaremos mucho en ver otra obra invasora del paisaje en nuestro monte: las casetas de peaje en la subida a la autovía en el barranco de Valdechavida. Y digo yo, ¿Cobrarán peaje al tractor que vaya a tomar el camino de Valdechavida que sale a su izquierda? Mira que estos, por recaudar, son capaces de todo.

 

Si las casetas de peaje por si mismas ya representarán un cambio en la vista desde nuestra ermita, imagino, y espero, que quienes trabajen en ellas cobrando el peaje sean al menos del pueblo. ¡A ver si encima nos ponen gente de otros pueblos a cobrarnos!

 

Ahora bien, lo que de verdad va a cambiar es la vida en el pueblo que, se me antoja, podría volver a ser parecida a la de los muy recordados —por los de mi generación— años setenta. Me explico.

 

La primera consecuencia de instaurar el pago por transitar en la autovia de Aragón será que, en aquellos tramos en los que la antigua Nacional II no fue destruida, vuelvan a circular un mayor número de vehículos para evitar el pago. Así, de golpe y porrazo, volveremos a ver pasar esos grandes camiones que tanto ruido producen y que, dependiendo del cansancio del conductor, hasta remodelaban las esquinas y paredes de las casas que dan a la carretera. O las echaban abajo. Eso sí, volveremos a disfrutar de esas excursiones a la curva de Los Chorros, o a otras no menos famosas, a recoger los productos transportados por los camiones que allí volverán a volcar. Creo recordar que en las narraciones de Pedro Marquina se hace referencia a muchos de esos casos.

 

Además de los camiones, me atrevo a vaticinar que muchos turismos harán lo mismo, con lo que, de vez en cuando, alguno parará a hacer alguna de las clásicas preguntas de aquellas épocas pasadas: ¿Quedan aún muchos kilómetros de curvas? ¿Esta niebla (en invierno) es normal? ¿Hay algún sitio para comer aquí? Y la más famosa: ¿Para ir al Monasterio de Piedra, por favor?

 

No todo será negativo, sin embargo. Si todo lo que he predicho en párrafos anteriores se cumpliera, es muy probable que a alguien se le ocurra abrir un bar/restaurante junto a la carretera. Y os confieso que nada me haría más feliz que volver a ver colgado en Bubierca un cartel en el que diga "On parle français", como el que se leía a la entrada del recordado y entrañable "Bar de La Mercedes".

 

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