Bubierca
Página no oficial de Rodolfo Lacal |
Como ya he comentado en
entregas anteriores, 1880 fue un año en el que el río Jalón causó muchos
estragos en la zona. Antes de hablar de eso, es necesario hablar de las crecidas
de años previos que, no por ser menos mencionadas en la prensa, también causaron
daños materiales y personales.
Deduzco de las noticias
que voy a referir a continuación que en esos años los diarios todavía no tenían
corresponsales destacados en la comarca. Por ello son en su mayoría muy cortas,
de estilo telegráfico, medio por el cual las recibían.
También es notorio que
pasaban varios días desde la fecha de aparición en el diario y la fecha en que
había ocurrido la crecida. Así se comprueba en la primera de ellas, aparecida en
La
Correspondencia de España del 6 de enero de 1861 y en La España del mismo
día, que rezaba así:
El
28 del mes último se inundó la vega de Calatayud, sufriendo los labradores
pérdidas de consideración. También arrastraron las aguas muchas maderas de las
acopiadas para las obras del ferrocarril. El río Jalón creció tanto, que hace
años no se había conocido otra crecida igual.
Hay que recordar que se
estaba construyendo el ferrocarril, entrando en funcionamiento en 1863.
Precisamente en su puesta en funcionamiento el río Jalón quiso darle la
bienvenida con una crecidita de las suyas, de la que se hicieron eco La
Esperanza del 1 de junio de 1863, el Diario de Avisos de Madrid del 2 de
junio de 1863 y La España del 3 de junio de 1863:
Posteriormente
se sabe que la vía de Madrid a Zaragoza, de Zaragoza a Barcelona y de este punto
a Valencia se halla ya desde ayer habilitada para el paso de los trenes,
expediéndose ya hoy billetes para Barcelona, Zaragoza y
Valencia.
La
Correspondencia de España dice hoy lo siguiente: «Sabemos que el río Jalón ha
tenido una nueva crecida, habiendo las aguas ocasionado grandes estragos en las
comarcas vecinas. La circulación en la línea férrea de Madrid a Zaragoza ha
vuelto a quedar interrumpida entre Calatayud y
Zaragoza.»
Durante los siguientes
años las noticias de crecidas son pocas y muy escuetas. Así, La
Correspondencia de España del 18 de junio de 1866
decía:
El
13 descargó una nueva tormenta sobre el término de Medinaceli, causando varios
destrozos y poniendo en peligro a algunas personas, porque el río Jalón
amenazaba destruir y arrastrar vidas y haciendas.
Años más tarde, todavía
más escuetos fueron La Correspondencia de España del 20 de marzo de 1873 y La
Iberia del 22 de marzo de 1873 al publicar lo
siguiente:
Ayer
tuvo una extraordinaria crecida el río Jalón
Supongo que tal noticia,
por la poca información que aporta, les sirvió solamente para rellenar papel. Ya
un poquito más de información se obtiene de las noticias sobre la crecida de
tres años después. La Correspondencia de España del 7 de agosto de 1876 y La
Iberia del 8 de agosto de 1876 publicaron lo
siguiente:
Zaragoza,
7. Una fuerte riada ha hecho estragos de consideración en la vega de Ateca. El
río Jalón desbordado y se teme su crecida. Las autoridades han adoptado
medidas.
Telegráfico,
¿verdad? Días después llego más
información y se publicó en La
Iberia del 10 de agosto de 1876:
Se
han realizado desgraciadamente los temores nacidos a consecuencia de la crecida
del río Jalón en el día de ayer, cuyas aguas, unidas al caudal, aumentado
también por la lluvia del Manubles, han inundado la población de Ateca, en la
provincia de Zaragoza.
Las
casas de la parte baja de dicha villa están llenas de agua, y sus habitantes
huyen despavoridos temiendo ser sepultados bajo los escombros de las que
amenazan ruinas.
Hay
que lamentar la desaparición de una madre con dos criaturas, a las cuales quería
salvar, y se cree que no serán estas las únicas víctimas de la
catástrofe.
El
corresponsal del periódico del que tomamos estos detalles asegura que toda la
cosecha se ha perdido.
Comunicaremos
a nuestros lectores cuantas nuevas noticias lleguen hasta nosotros de este
triste suceso.
La confluencia del
Manubles con el Jalón va a aparecer en muchas ocasiones en esta serie de notas
sobre las riadas del Jalón. El Manubles parece un río medio seco en verano, pero
recoge el agua de una enorme extensión desde su nacimiento cerca del Moncayo. Y
cuando llueve, su caudal tiene que desembocar en el Jalón por ese estrecho tramo
junto a la plaza de Ateca. Y si encima el Jalón viene también crecido, la
inundación de Ateca está servida.
El anterior articulo ya
hablaba de un corresponsal de otro diario. Ya se nota que las noticias vienen
con más detalle. Sobre esta misma noticia he encontrado una carta de un atecano,
todavía más detallada, en El
Siglo Futuro del 11 de agosto de 1876:
Dice
el Diario de
Zaragoza:
De
una carta de Ateca, fecha 7, que ha recibido un amigo nuestro, copiamos estos
párrafos;
«Supongo
ya sabréis las desgracias que ayer domingo hubo que lamentar en este pueblo por
la tronada que en breves momentos descargó tal cantidad de agua y piedra, que ha
dejado asolados los campos, aniquiladas las viñas, y consternada toda la
población por estas perdidas y sobre todo por las desgracias ocurridas a causa
de la inundación, la cual ha sido tan grande, que no se ha conocido otra igual
hace muchos años.
Nos
dio tan poco tiempo, que estando en el camino oímos de repente llorar y dar
voces, y cuando bajamos las ocho o diez escaleras que hay en el mismo, ya nos
llegaba el agua en la carretera hasta la rodilla, y al llegar al puente colgante
no lo pudimos pasar, porque lo cubría el agua. Quisimos subir a las cuestas de
la Iglesia y tuvimos que atravesar la calle del Río y la calle Real cubiertos de
agua hasta la cintura; un momento más tarde hubiera sido tarde para salvarnos,
porque el agua llegaba a los pisos principales. Las avenidas de los ríos Jalón y
Manubles fueron grandes; pero mayor la del barranco de las Torcas, que en pocos
minutos envolvió con sus aguas los barrios bajos de la población, causando
graves perjuicios a los agricultores en sus campos y al comercio en sus
tiendas.
En
la casa de campo de doña Benita Garcés estaban la mujer de “Veinte y una”, sus
dos hijos y su madre, ésta en el piso alto pidiendo auxilio, que nadie podía
prestarlo, y aquellos en el bajo; y puedes figurarte cual sería la desesperación
de aquella pobre mujer al ver arrastrar a la corriente a su desgraciada hija y
nietos sin poder salvarlos ni prestarles el más ligero
auxilio.
En
la fábrica de aguardiente de Sola estaba toda la familia y criados por las
ventanas más altas y por los tejados implorando socorro, pero llegando el agua
hasta el primer piso era imposible acercarse, por lo que todos estábamos
esperando que llegase el momento en que se desplomase la casa y hubiera más
desgracias que las que ha habido.
La
pastora llamada la “Merra de Villalengua”, su hijo y el borrico que tenían para
traer a vender la leche, también han sido arrastrados por la corriente, de
manera que hay que lamentar la muerte de cinco personas. Ha producido honda
sensación en todo el vecindario, pues todo el pueblo está asustado de haber
presenciado tan inesperados males y perjuicios, pues da lástima ver las huertas
y viñas convertidas en arenales llenos de piedras y cascajo del sedimento de la
inundación.»
Terrible y muy triste.
Por suerte para Bubierca, la mayor parte de su caserío está a suficiente altura
respecto del río como para no verse afectado por una crecida como esa. Imagino,
sin embargo, que al igual que en Ateca, el pedrisco y posterior inundación
destrozó viñedos y frutales, y anegó la huerta
bubiercana.