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Bubierca

Página no oficial de Rodolfo Lacal

1880, la puntilla
 
Actualizada el 29 de febrero de 2012

 

 

Tras los amagos del río Jalón en julio y principios de agosto, a finales de ese último mes, en concreto en la noche del 27 al 28 de agosto, se produjo la temida gran riada. Las primeras noticias llegaron a los periódicos mediante telegramas oficiales. En las siguientes ediciones de los diarios

 

- 28 de agosto de 1880

 

                 La Epoca

 

- 29 de agosto de 1880

 

                 La Epoca

                 La Discusión

                 El Globo

                 La Correspondencia de España

                 La Iberia

                 El Imparcial

 

- 30 de agosto de 1880

 

                 El Siglo Futuro

 

se publicaron la serie de telegramas siguiente:

 

Alhama 28. 9,30 m.—El río Jalón, que a consecuencia del temporal ha aumentado el caudal de sus aguas de un modo extraordinario, se ha desbordado por la vega y población, inundándolas. El agua ha llegado a la altura de tres metros por las calles. Las vías férreas cubiertas por las aguas. Línea telegráfica no ha sufrido percance alguno. No se tiene noticia de que hayan ocurrido desgracias personales. Es una gran calamidad para la comarca.

 

Alhama 28. 9,45 m.—Espantosa inundación. Se ha desbordado el río Jalón. En algunos puntos hay tres metros de agua sobre la carretera. Los edificios de los baños no han sufrido. Sin novedad los bañistas. No se tiene noticias de desgracias personales en las vegas que recorre el Jalón; pero se sabe que los daños materiales son inmensos.

 

Zaragoza 28. 9,45 m.—El alcalde de Alhama comunica en telegrama que en la noche anterior el río Jalón ha sufrido una gran crecida. A las siete de la mañana han empezado a descender las aguas. No hay que lamentar desgracias.

 

Zaragoza 28. 3 t.—Gobernador al ministro de la Gobernación. Según noticias que voy recibiendo, los daños causados en los pueblos de Alhama, Calatayud, Ateca y Ricla, por la inundación producida por la crecida del río Jalón, son de consideración; sin que hasta ahora haya que lamentar desgracias personales. Me dispongo para salir en el primer tren a los pueblos inundados.

 

Zaragoza 28. 6,30 t.—El gobernador al ministro de la Gobernación. Según telegrama del jefe de estación de Casetas, de las cinco de esta tarde, el tren correo de esta noche no pasará de Ateca, de acuerdo con la empresa del ferrocarril. Me ocupo de restablecer la comunicación. Desde los puntos que recorra comunicaré a V.E. detalles que merezcan hacerlo. Salgo tren correo esta noche.

 

Zaragoza 28. 10,25 noche—El gobernador ha salido en el tren correo de esta noche a recorrer los puntos inundados por el Jalón. Los ingenieros y operarios de la vía lo hacen también para acudir a donde sea necesario. Las noticias particulares que se tienen sobre el desastre añaden todavía muy poco a las oficiales. Parece que las aguas principiaron a descender a las siete de la mañana. Fabra añade que los edificios de los baños de Alhama no han sufrido perjuicio alguno, y que los bañistas siguen sin novedad. El ministro de la Gobernación telegrafió anoche al gobernador de Zaragoza autorizándole para que pueda disponer de 1,000 pesetas del fondo de calamidades públicas para socorro de los inundados.

 

Como vengo diciendo en estas reseñas, aunque Bubierca no es citada directamente, se encuentra ubicada en medio del ajo, entre Alhama de Aragón y Ateca. Y aunque la mayor parte del caserío está a una buena altura a resguardo de las crecidas del río, no me cabe duda de que a más de algún habitante de la zona baja de Bubierca le entró agua en los bajos de sus casas o en sus bodegas.

 

Tres metros de altura en las calles de Alhama es una crecida salvaje. Yo tuve, por razones profesionales, la triste experiencia de visitar la ciudad de Chokwe en Mozambique a los pocos días de bajar la brutal crecida del río Limpopo en el año 2000. Muchos lo recordarán por las monjas españolas que se quedaron atrapadas en su convento-hospital y que las televisiones mostraban en el tejado del edificio. Pues bien, ellas me mostraron la altura a la que había llegado el agua y era entre tres y cuatro metros sobre la calle. La ciudad entera era un lodazal de olor nauseabundo. Así que, salvando las diferencias entre la inmensa tragedia del Limpopo y la corta crecida del Jalón,  puedo entender el estado desolador en que debió quedar Alhama y que describe, varios días después, el Diario Oficial de Avisos de Madrid del 2 de septiembre de 1880:

 

Algunos detalles de la crecida del río Jalón se nos comunican en una carta de Alhama de Aragón, fechada el 28 de agosto, y que recibimos ayer con retraso.

 

A las diez de aquella mañana el río había vuelto a su cauce, después de haber convertido todo aquel valle en una vasta y arrolladora corriente, y elevándose las aguas en la carretera colindante a las Termas a unos dos metros.

 

Con este rápido descenso cesó el sobresalto natural de los huéspedes de la casa de baños, que aunque inundada en sus bajos, ni ofrecía motivos de inquietud, como otras hospederías inmediatas y del pueblo, donde ha alcanzado el agua considerable altura, sin embargo de lo cual no ha ocurrido desgracia alguna.

 

La inundación, que se inició a medianoche, y que por haber comenzado a bajar permitió acostarse a varios de los que se enteraron, volvió a crecer con el día, alcanzando de seis a siete las aguas su mayor altura.

 

La crecida ha derribado corpulentos árboles de la orilla del río y ocasionado al dueño del establecimiento balneario perjuicios de la mayor consideración.

 

Hay algo en la carta anterior que ya he notado en muchas otras noticias de la época en las que se habla de Alhama de Aragón. Parecería que no hay otra cosa en Alhama que las Termas y que la preocupación solamente es si las Termas y sus bañistas sufren daños. Hay otras cosas en Alhama que merecen la pena, entre ellas la buena gente que no tiene nada que ver con las Termas y que trabaja el campo u otras actividades ajenas al negocio turístico.

 

Todavía más y detallados daños se informaban desde Ateca, y no olvidemos que Bubierca está en medio. En La Unión del 31 de agosto de 1880 se publicó este extenso reportaje:

 

INUNDACIONES Y DESASTRES

 

Ayer recibimos la siguiente carta de nuestro estimado corresponsal de Ateca:

 

Sr. Director de LA UNION.

 

Mi distinguido amigo y correligionario: bajo la más desconsoladora impresión, dirijo a Vd. estas mal trazadas líneas, obra pesada a mis débiles fuerzas.

 

A la una y cuarto de esta madrugada, bajó una riada por el río Jalón que contuvieron los muros que dan a la carretera, todos los vecinos pusimos faroles en los balcones, y cuando creíamos que decrecería tan fuerte avenida, recibió un propio el alcalde del de Ariza para que estuviéramos preparados, porque venía aumento de consideración; aunque prevenida la población, jamás pudimos suponer que las aguas subieran dentro de la población sobre dos metros y quedasen la calle Real y del Río convertidas en ríos, arrastrando a su paso maderas, mesas, sillas, toneles y cuantos objetos existían de las tiendas, puesto que la fuerza del agua rompía las puertas de calle. Infinidad de fajos de cáñamo, arrastrados de la huertas, eran introducidos, por la fuerza del agua, por el centro de la población (calle Real).

 

Para hacer más triste nuestra situación, salió de madre el río Manubles a las siete de la mañana, y aunque no tan grande, estas aguas eran contenidas por el Jalón (por formar un ángulo). La plaza era una laguna. La crecida empezó a las ocho y cuarto y siguió hasta las diez y media, en que por fortuna empezó a disminuir.

 

A las diez el agua se llevó un hermoso puente colgante que da paso al barrio denominado de San Martín, quedando sólo los dos fuertes hilos que lo sostenían.

 

A las tres de la madrugada vimos al teniente alcalde y un concejal, los cuales no volvimos a ver, estando completamente abandonado por las autoridades uno de los puntos más importantes de la población.

 

El que, a primera y últimas horas del peligro vimos, fue al bizarro teniente de la guardia civil, D. Antonio Balongo, que, sin embargo de estar enfermo, disponía con sus cortas fuerzas, y atendía a los sitios más peligrosos, para evitar cuantos males pudieran sobrevenir; máxime, cuando brillaban por su ausencia las demás autoridades.

 

Frente a casa, y hora de las diez y media, se hundió una, contigua al río, cuyos muebles, camas, baúles, etc., se llevó la corriente: afortunadamente su dueño, Pedro Giménez, sacó de la misma, a cuestas, a su mujer y cuatro niños, con agua al pecho, cuyo valor me admiró.

 

Otras casas y tapias se han hundido, sin que afortunadamente haya que lamentar desgracias personales.

 

Varios almacenes han perdido todos sus efectos, inclusos algunos cientos de arrobas de aceite, cuyos líquidos están encharcados en las calles. Una pobre viuda ha perdido casi cuanto poseía. Un infeliz zapatero sólo pudo recoger con una cesta atada a un largo palo, las hormas que por el agua flotaban.

 

En la administración de Rentas Estancadas ha sido tal la pérdida, que me es imposible enumerarla; pues todos cuantos efectos contenía, tanto del Estado como de su propiedad, han ido por tierra y encharcados y arrebatados por el ímpetu del agua que en la mismo entró, tanto por las puertas y ventanas, como por la acequia que por ella pasaba, calculándose unos dos a tres metros de altura.

 

Es desconsolador el estado en que ha quedado esta pobre villa, que lleva en unos dos meses sobre cinco avenidas. Sus más ricas y fértiles vegas, convertidas en lagunas. Incalculables las pérdidas materiales.

 

Los pasajeros del tren mixto están detenidos en esta población por no haber podido continuar su marcha hacia esa villa.

 

Son las seis de la tarde y los ríos han quedado en su estado normal.

 

Ocho de la noche:

 

El jefe de estación me manifiesta que el tren no podrá salir hasta mañana, por haberse quedado interceptado desde el kilómetro 222 al 228, o sea desde Bubierca a Alhama, línea y telégrafo.

 

Las fábricas de aguardiente, arruinadas; la de un amigo mío, D. José Gimeno, la caldera, de 320 cántaros, ha sido desempotrada y vuelta boca abajo. Pipas de aguardiente perdidas.

 

Por si sale esta noche algún peatón con la correspondencia, voy a poner ésta al correo, dispensándome lo mal trazado de sus líneas.

 

Telegrafían de Zaragoza que viene el gobernador civil de la provincia y creo que el administrador económico.

 

Mira por donde me vengo a enterar del origen de la palabra Estanco. Viene de acortar Rentas Estancadas.

 

Importante dato el que proporciona el corresponsal: cinco avenidas en dos meses. Es decir, hubo otras dos no reseñadas en los diarios. Cada vez que me acuerdo del redactor ese que restaba importancia a las riadas me hierve la sangre ;-))

 

Para que línea y telégrafo se interceptasen entre Bubierca y Alhama, el agua tuvo no solo que desbordar del cauce del río, sino hacerlo con gran fuerza como para echar abajo postes de la línea de telégrafo.

 

Al leer lo de los fajos de cáñamo arrastrados por el agua me he acordado de que en algún sitio leí que una de las principales fuentes de ingreso de la ribera era el cáñamo. Esos fajos que flotaban por las calles del centro de Ateca provenían sin duda de la huerta bubiercana.

 

Lo de llevarse el río algún puente durante las riadas parece que era habitual en Ateca. No era ese el primero ni sería el último, como mostraré en futuras entregas.

 

Con los datos aportados por las crónicas de Alhama y Ateca podemos hacer un cálculo simple para hacernos una idea de la fuerza y violencia del río. En Alhama se informa que la riada llegó a medianoche y desde Ateca se dice que llegó a esa localidad a la una y cuarto de la mañana. Por lo tanto, tardó 75 minutos en recorrer la distancia entre ambos pueblos. Calculando a ojo que el río recorre unos 12 kilómetros entre ellos, se obtiene que el agua corría por el río a una velocidad media de alrededor de 2,5 metros por segundo. Quien quiera comparar puede echar una ramita a una acequia y cronometrar cuánto tiempo tarda en recorrer dos metros y medio.

 

Y así fue como la última riada de ese año fue la puntilla que acabó el trabajo desolador de la gran riada de la primavera y de las otras cuatro causadas por tormentas veraniegas.

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