Bubierca
Página no oficial de Rodolfo Lacal |
Tras los
amagos del río Jalón en julio y principios de agosto, a finales de ese último
mes, en concreto en la noche del 27 al 28 de agosto, se produjo la temida gran
riada. Las primeras noticias llegaron a los periódicos mediante telegramas
oficiales. En las siguientes ediciones de los
diarios
- 28 de
agosto de 1880
- 29 de
agosto de 1880
- 30 de
agosto de 1880
se
publicaron la serie de telegramas siguiente:
Alhama
28. 9,30 m.—El río Jalón, que a consecuencia del temporal ha aumentado el caudal
de sus aguas de un modo extraordinario, se ha desbordado por la vega y
población, inundándolas. El agua ha llegado a la altura de tres metros por las
calles. Las vías férreas cubiertas por las aguas. Línea telegráfica no ha
sufrido percance alguno. No se tiene noticia de que hayan ocurrido desgracias
personales. Es una gran calamidad para la comarca.
Alhama
28. 9,45 m.—Espantosa inundación. Se ha desbordado el río Jalón. En algunos
puntos hay tres metros de agua sobre la carretera. Los edificios de los baños no
han sufrido. Sin novedad los bañistas. No se tiene noticias de desgracias
personales en las vegas que recorre el Jalón; pero se sabe que los daños
materiales son inmensos.
Zaragoza
28. 9,45 m.—El alcalde de Alhama comunica en telegrama que en la noche anterior
el río Jalón ha sufrido una gran crecida. A las siete de la mañana han empezado
a descender las aguas. No hay que lamentar desgracias.
Zaragoza
28. 3 t.—Gobernador al ministro de la Gobernación. Según noticias que voy
recibiendo, los daños causados en los pueblos de Alhama, Calatayud, Ateca y
Ricla, por la inundación producida por la crecida del río Jalón, son de
consideración; sin que hasta ahora haya que lamentar desgracias personales. Me
dispongo para salir en el primer tren a los pueblos
inundados.
Zaragoza
28. 6,30 t.—El gobernador al ministro de la Gobernación. Según telegrama del
jefe de estación de Casetas, de las cinco de esta tarde, el tren correo de esta
noche no pasará de Ateca, de acuerdo con la empresa del ferrocarril. Me ocupo de
restablecer la comunicación. Desde los puntos que recorra comunicaré a V.E.
detalles que merezcan hacerlo. Salgo tren correo esta
noche.
Zaragoza
28. 10,25 noche—El gobernador ha salido en el tren correo de esta noche a
recorrer los puntos inundados por el Jalón. Los ingenieros y operarios de la vía
lo hacen también para acudir a donde sea necesario. Las noticias particulares
que se tienen sobre el desastre añaden todavía muy poco a las oficiales. Parece
que las aguas principiaron a descender a las siete de la mañana. Fabra añade que los edificios de los
baños de Alhama no han sufrido perjuicio alguno, y que los bañistas siguen sin
novedad. El ministro de la Gobernación telegrafió anoche al gobernador de
Zaragoza autorizándole para que pueda disponer de 1,000 pesetas del fondo de
calamidades públicas para socorro de los inundados.
Como vengo
diciendo en estas reseñas, aunque Bubierca no es citada directamente, se
encuentra ubicada en medio del ajo, entre Alhama de Aragón y Ateca. Y aunque la
mayor parte del caserío está a una buena altura a resguardo de las crecidas del
río, no me cabe duda de que a más de algún habitante de la zona baja de Bubierca
le entró agua en los bajos de sus casas o en sus
bodegas.
Tres metros
de altura en las calles de Alhama es una crecida salvaje. Yo tuve, por razones
profesionales, la triste experiencia de visitar la ciudad de Chokwe en
Mozambique a los pocos días de bajar la brutal crecida del río Limpopo en el año
2000. Muchos lo recordarán por las monjas españolas que se quedaron atrapadas en
su convento-hospital y que las televisiones mostraban en el tejado del edificio.
Pues bien, ellas me mostraron la altura a la que había llegado el agua y era
entre tres y cuatro metros sobre la calle. La ciudad entera era un lodazal de
olor nauseabundo. Así que, salvando las diferencias entre la inmensa tragedia
del Limpopo y la corta crecida del Jalón,
puedo entender el estado desolador en que debió quedar Alhama y que
describe, varios días después, el Diario
Oficial de Avisos de Madrid del 2 de septiembre de
1880:
Algunos
detalles de la crecida del río Jalón se nos comunican en una carta de Alhama de
Aragón, fechada el 28 de agosto, y que recibimos ayer con
retraso.
A
las diez de aquella mañana el río había vuelto a su cauce, después de haber
convertido todo aquel valle en una vasta y arrolladora corriente, y elevándose
las aguas en la carretera colindante a las Termas a unos dos
metros.
Con
este rápido descenso cesó el sobresalto natural de los huéspedes de la casa de
baños, que aunque inundada en sus bajos, ni ofrecía motivos de inquietud, como
otras hospederías inmediatas y del pueblo, donde ha alcanzado el agua
considerable altura, sin embargo de lo cual no ha ocurrido desgracia
alguna.
La
inundación, que se inició a medianoche, y que por haber comenzado a bajar
permitió acostarse a varios de los que se enteraron, volvió a crecer con el día,
alcanzando de seis a siete las aguas su mayor altura.
La
crecida ha derribado corpulentos árboles de la orilla del río y ocasionado al
dueño del establecimiento balneario perjuicios de la mayor
consideración.
Hay algo en
la carta anterior que ya he notado en muchas otras noticias de la época en las
que se habla de Alhama de Aragón. Parecería que no hay otra cosa en Alhama que
las Termas y que la preocupación solamente es si las Termas y sus bañistas
sufren daños. Hay otras cosas en Alhama que merecen la pena, entre ellas la
buena gente que no tiene nada que ver con las Termas y que trabaja el campo u
otras actividades ajenas al negocio turístico.
Todavía más
y detallados daños se informaban desde Ateca, y no olvidemos que Bubierca está
en medio. En La
Unión del 31 de agosto de 1880 se publicó este extenso
reportaje:
INUNDACIONES
Y DESASTRES
Ayer
recibimos la siguiente carta de nuestro estimado corresponsal de
Ateca:
Sr.
Director de LA UNION.
Mi
distinguido amigo y correligionario: bajo la más desconsoladora impresión,
dirijo a Vd. estas mal trazadas líneas, obra pesada a mis débiles
fuerzas.
A
la una y cuarto de esta madrugada, bajó una riada por el río Jalón que
contuvieron los muros que dan a la carretera, todos los vecinos pusimos faroles
en los balcones, y cuando creíamos que decrecería tan fuerte avenida, recibió un
propio el alcalde del de Ariza para que estuviéramos preparados, porque venía
aumento de consideración; aunque prevenida la población, jamás pudimos suponer
que las aguas subieran dentro de la población sobre dos metros y quedasen la
calle Real y del Río convertidas en ríos, arrastrando a su paso maderas, mesas,
sillas, toneles y cuantos objetos existían de las tiendas, puesto que la fuerza
del agua rompía las puertas de calle. Infinidad de fajos de cáñamo, arrastrados
de la huertas, eran introducidos, por la fuerza del agua, por el centro de la
población (calle Real).
Para
hacer más triste nuestra situación, salió de madre el río Manubles a las siete
de la mañana, y aunque no tan grande, estas aguas eran contenidas por el Jalón
(por formar un ángulo). La plaza era una laguna. La crecida empezó a las ocho y
cuarto y siguió hasta las diez y media, en que por fortuna empezó a
disminuir.
A
las diez el agua se llevó un hermoso puente colgante que da paso al barrio
denominado de San Martín, quedando sólo los dos fuertes hilos que lo
sostenían.
A
las tres de la madrugada vimos al teniente alcalde y un concejal, los cuales no
volvimos a ver, estando completamente abandonado por las autoridades uno de los
puntos más importantes de la población.
El
que, a primera y últimas horas del peligro vimos, fue al bizarro teniente de la
guardia civil, D. Antonio Balongo, que, sin embargo de estar enfermo, disponía
con sus cortas fuerzas, y atendía a los sitios más peligrosos, para evitar
cuantos males pudieran sobrevenir; máxime, cuando brillaban por su ausencia las
demás autoridades.
Frente
a casa, y hora de las diez y media, se hundió una, contigua al río, cuyos
muebles, camas, baúles, etc., se llevó la corriente: afortunadamente su dueño,
Pedro Giménez, sacó de la misma, a cuestas, a su mujer y cuatro niños, con agua
al pecho, cuyo valor me admiró.
Otras
casas y tapias se han hundido, sin que afortunadamente haya que lamentar
desgracias personales.
Varios
almacenes han perdido todos sus efectos, inclusos algunos cientos de arrobas de
aceite, cuyos líquidos están encharcados en las calles. Una pobre viuda ha
perdido casi cuanto poseía. Un infeliz zapatero sólo pudo recoger con una cesta
atada a un largo palo, las hormas que por el agua
flotaban.
En
la administración de Rentas Estancadas ha sido tal la pérdida, que me es
imposible enumerarla; pues todos cuantos efectos contenía, tanto del Estado como
de su propiedad, han ido por tierra y encharcados y arrebatados por el ímpetu
del agua que en la mismo entró, tanto por las puertas y ventanas, como por la
acequia que por ella pasaba, calculándose unos dos a tres metros de
altura.
Es
desconsolador el estado en que ha quedado esta pobre villa, que lleva en unos
dos meses sobre cinco avenidas. Sus más ricas y fértiles vegas, convertidas en
lagunas. Incalculables las pérdidas materiales.
Los
pasajeros del tren mixto están detenidos en esta población por no haber podido
continuar su marcha hacia esa villa.
Son
las seis de la tarde y los ríos han quedado en su estado
normal.
Ocho
de la noche:
El
jefe de estación me manifiesta que el tren no podrá salir hasta mañana, por
haberse quedado interceptado desde el kilómetro 222 al 228, o sea desde Bubierca
a Alhama, línea y telégrafo.
Las
fábricas de aguardiente, arruinadas; la de un amigo mío, D. José Gimeno, la
caldera, de 320 cántaros, ha sido desempotrada y vuelta boca abajo. Pipas de
aguardiente perdidas.
Por
si sale esta noche algún peatón con la correspondencia, voy a poner ésta al
correo, dispensándome lo mal trazado de sus líneas.
Telegrafían
de Zaragoza que viene el gobernador civil de la provincia y creo que el
administrador económico.
Mira por
donde me vengo a enterar del origen de la palabra Estanco. Viene de acortar
Rentas Estancadas.
Importante
dato el que proporciona el corresponsal: cinco avenidas en dos meses. Es decir,
hubo otras dos no reseñadas en los diarios. Cada vez que me acuerdo del redactor
ese que restaba importancia a las riadas me hierve la sangre
;-))
Para que
línea y telégrafo se interceptasen entre Bubierca y Alhama, el agua tuvo no solo
que desbordar del cauce del río, sino hacerlo con gran fuerza como para echar
abajo postes de la línea de telégrafo.
Al leer lo
de los fajos de cáñamo arrastrados por el agua me he acordado de que en algún
sitio leí que una de las principales fuentes de ingreso de la ribera era el
cáñamo. Esos fajos que flotaban por las calles del centro de Ateca provenían sin
duda de la huerta bubiercana.
Lo de
llevarse el río algún puente durante las riadas parece que era habitual en
Ateca. No era ese el primero ni sería el último, como mostraré en futuras
entregas.
Con los
datos aportados por las crónicas de Alhama y Ateca podemos hacer un cálculo
simple para hacernos una idea de la fuerza y violencia del río. En Alhama se
informa que la riada llegó a medianoche y desde Ateca se dice que llegó a esa
localidad a la una y cuarto de la mañana. Por lo tanto, tardó 75 minutos en
recorrer la distancia entre ambos pueblos. Calculando a ojo que el río recorre
unos 12 kilómetros entre ellos, se obtiene que el agua corría por el río a una
velocidad media de alrededor de 2,5 metros por segundo. Quien quiera comparar
puede echar una ramita a una acequia y cronometrar cuánto tiempo tarda en
recorrer dos metros y medio.
Y así fue como la última riada de ese año fue la puntilla que acabó el trabajo desolador de la gran riada de la primavera y de las otras cuatro causadas por tormentas veraniegas.