Bubierca P?ina no oficial de
Rodolfo Lacal |
P�gina actualizada el 5 de febrero de 2012
Estamos tan identificados con nuestro apellido que se transmite de
generaci�n en generaci�n -hoy anclado en nuestro pueblo y compartido con primos,
t�os y lejanos parientes- que nos es dif�cil imaginar los vericuetos
ling��sticos y geogr�ficos por los que ha tenido que pasar, antes de llegar a
estabilizarse durante varias generaciones.
Algunos creemos que somos espa�oles de pura cepa y la sorpresa es de
talla, cuando un genealogista descubre que nuestro tatarabuelo venia de Italia
por linea directa, o que durante un viaje a B�lgica, por ejemplo, nos dicen que
nuestro nombre es puro flamenco de Flandes, evidentemente (conozco a uno que le
pas� eso). Por lo cual, incito a los que me lean, a prestar atenci�n a las
leyendas familiares �historias de viejos, como dicen algunos� que nos aclaran
sobre la procedencia de la familia y que nos pueden dar pistas geneal�gicas, si
no para nosotros, para nuestros descendientes
curiosos.
La movilidad de nuestros ancestros no era, en general, voluntaria y
estaba motivada por diversas causas graves: el hambre, por destrucci�n de las cosechas debido
al mal tiempo o a las guerras, la ocupaci�n de territorios por los invasores y
sobre todo la peste, un azote que hacia morir las gentes, dejando casas vac�as,
pueblos enteros desiertos y campos yermos.
A esto podemos a�adir la necesidad de buscar un trabajo m�s lejos, o el
deseo de conocer otros horizontes. Los ej�rcitos dejaron tambi�n algunos
soldados que se establecieron.
Hacia 1348 por toda Europa se
extendi� la �peste negra� o bub�nica que se transmit�a por las
pulgas de las ratas, que entr� por la costa
cant�brica.
Despu�s de periodos de
sequ�a, granizo y un clima ca�tico
que estrope� las cosechas, la gente pobre, hambrienta y debilitada se qued� la
primera a merced del contagio. Dur� varios a�os, pues llego hasta 1533, m�s o
menos. Lo peor es que la peste desaparec�a y volv�a a aparecer al cabo de un
tiempo, hasta cuatro veces, cuando ya se cre�a terminada. Esta cat�strofe
demogr�fica incit� a hacer varios censos, sobre todo en 1495 para contar los
�fuegos� o �fogages� y cada fuego comprend�a 4 � 5 personas. Solo se
nombraba al padre de familia; por las viudas y los sacerdotes estaba estipulado.
En suma, era una especie de control para los impuestos, en primer lugar y para
conocer la demograf�a del reino. As� se supo que Barcelona hab�a perdido entre
50% y 60% de los habitantes.
Y luego, en el siglo XVII vino la segunda peste, esta vez por el
Mediterr�neo, desde Argel. Dur� desde 1647 a 1654. En Zaragoza empez� desde 1652
y hubo 7.000 muertos entre los cuales siete m�dicos abnegados y much�simos
sacerdotes y frailes que se esforzaban en confesar a los moribundos. Las monjas
de clausura, protegidas por el aislamiento, se salvaron. Los ricos que se
alejaban de las ciudades, pronto o tarde llegaban a sucumbir. Familias enteras
quedaron diezmadas.
Cuando la peste ces� m�s o
menos, toda Europa se quedo traumatizada y la vida no fue la misma. En el campo
hubo muchos cambios y los despoblados eran m�ltiples. Muchos campesinos no
volvieron a la tierra y se fueron a las ciudades para buscar mejores salarios.
Otros vinieron de lejos a poblar los pueblos abandonados, entre ellos muchos
musulmanes de Valencia y extranjeros.
Como se hizo en la
Reconquista, pero con mejor organizacion, el Rey dio franquicias y facilidades
�las Cartas Pueblas� para que dependieran directamente de �l y fund� ciudades
(Villafranca, Monreal) con hombres libres, con menos impuestos y m�s facilidades para practicar el comercio.
Los sujetos de los nobles eran siervos muchos de ellos o sujetos a la
avidez de los se�ores (Ariza se levant� contra Palafox, su se�or a�os m�s
tarde)
De una manera menos dram�tica desde el siglo IX los peregrinajes a
Compostela hac�an venir centenas de extranjeros, por tierra y mar y algunos se
quedaban.
Los pasos del Pirineo fueron una ocasi�n de hacer comercio para los
auverneses, bearneses y occitanos en general. Estos eran especialistas en la
venta n�mada (sartenes, cacerolas, art�culos de costura y pasamaneria) y muchos
se instalaron (Arnau, Segal). Estos pasillos pirenaicos serv�an para el contrabando pero tambi�n para escaparse
de las persecuciones religiosas. Los c�taros (y los protestantes despu�s), hacia
Espa�a y los espa�oles hacia Francia huyendo de la
Inquisici�n.
Durante la peste y sobre todo despu�s, el comercio mar�timo continuaba y
cobr� mucho auge hacia Italia. Y por all� vinieron los genoveses en gran
cantidad hasta el punto de pedir al Papa �un obispo genov�s en Sevilla!
Comerciaban de todo: aceite, cereales, cuero, jab�n, tintura, mercurio e
hicieron de Sevilla un centro de cambio. Hay muchas familias espa�olas con un Genov�s en su
estirpe.
La Mesta, que todos conoc�is por ser Aragon tierra de cr�a de corderos,
favoreci� el comercio textil. La lana aragonesa, muy apreciada, sal�a para
Italia de los puertos de Barcelona y Valencia contribuyendo a la venida de
italianos de Florencia o de la regi�n de la Toscana. Mandados por la familia
Medicis que ten�a el monopolio de la lana en Italia, compraban cantidades
considerables, controlaban la calidad y los env�os y algunos se establecieron en
el pa�s. Es por eso por lo que se
encuentran nombres de consonancia italiana de Toscana en pueblos de la sierra de
Teruel y en la ciudad misma. En esto la ayuda de Internet ha sido muy �til (�y
divertida!) para buscar los mismos nombres en la regi�n de Florencia.
Cuando hay estabilidad, o una tregua en las calamidades, se siente la
necesidad de construir monumentos y catedrales y embellecer las ciudades, fundar
universidades, como Salamanca �la primera�, Zaragoza, Valencia, Toledo, Sevilla
y Alcal� de Henares, que crearon intercambios con las del extranjero. Vinieron
pintores de Italia, de Grecia, de
Flandes, constructores de Lombardia, (que nos dejaron esas torres cuadradas
llamadas �lombardas�). El arquitecto de los Reyes Cat�licos que hizo verdaderos
encajes de piedra en San Juan de los Reyes en Toledo y otros magn�ficos
monumentos, fue Juan G��s, nacido en
Saint-Pol-de-Leon, en Breta�a, Francia (a dos pasos de donde vivo).
Antes de terminar no puedo resistir a hacer un comentario sobre �la
pureza de la sangre�, una estupidez inventada en tiempos de la Inquisici�n, para
probar que en una familia �noble en general� no hab�a una gota jud�a o mora que
impidiera entrar en las Ordenes de Caballer�a, o acceder a ciertos privilegios.
�Se hacia una somera genealog�a y todos
contentos!
Cuando se piensa que una familia crece con una progresi�n geom�trica,
(hasta cierto momento en que todos son parientes m�s o menos) y que se extiende
como un abanico... Vosotros, la tercera generaci�n, ten�is ya 4 abuelos, que
suben a 8, luego a 16 y sigamos multiplicando y lleguemos a la 14 generacion en
donde os esperan ya 8.192 abuelos y abuelas, todos con gotas de sangre puras. �Y
por qu� vuestras abuelas jud�as, moras o cristianas, que ha dado descendientes
tan majos como vosotros tendr�an que ser
insultadas?
Espero que os he convencido de que pocos son los que podr�n jurar que son espa�oles de pura cepa (�de qu� cepa?) y de que Espa�a tiene una capacidad de asimilaci�n asombrosa. Unas cuantas generaciones despu�s de venir y todo el mundo hace igual: �que nos den las fiestas del pueblo, la banda municipal, el equipo de f�tbol de Bubierca, las tapicas entre amigos� y el jam�n serrano!
Mar�a