Bubierca
Página no oficial de Rodolfo Lacal |
Pocas sorpresas presenta el censo electoral de Bubierca de 1890 cuando se trata del nivel de alfabetización de los electores. En el censo se separa si el elector sabe leer y si el elector sabe escribir. Fue una distinción inútil porque quien no sabia leer tampoco sabia escribir.
Como es lógico, el grueso de los analfabetos se encuentra entre los trabajadores por cuenta ajena, esto es, los braceros. De los 151 braceros que constan en el censo, tan sólo 41 sabían leer, lo que equivale al 27% de ellos.
Ya los labradores, que entiendo que son trabajadores del campo, pero de su propia tierra, presentan un mejor balance. Solo tres de los once censados eran analfabetos.
En el resto de profesiones o calificaciones del censo predominan los que sabían leer y escribir. Eso si, hay algunos casos que escapan a la norma. El primero el del empleado del ferrocarril, que consta como analfabeto. El segundo, el de los dos camineros, también analfabetos. Y el tercero el del batanero que, según parece, no necesitaba saber leer y escribir para desempeñar su oficio.
Mención aparte merece el caso del guardia municipal, también declarado como analfabeto. Y ya el colmo es el de los supuestos ricachones, denominados en el censo como propietarios: tres de ellos eran analfabetos. Y los voy a citar aquí, ¡qué caramba! Eran Joaquín Cabronero Cid, Mariano Cristobal Huerta y Cayetano Del Molino Rodrigálvarez. Me pregunto como hacía este último, con nombre y apellidos tan rimbombantes, para firmar.
En resumen, 82 de los 208 electores del censo electoral de Bubiérca de 1890 sabían leer y escribir (39%). Por suerte para Bubierca y los bubiercanos, pocos años después llego un maestro al pueblo que contribuyó a que cambiase drásticamente ese dato estadístico. Le dediqué una entrega en "El Viejo Maestro" y todavía hoy (2013) tiene una calle dedicada a su nombre en Bubierca.