Sub Menu contents
Bubierca

Página no oficial de Rodolfo Lacal

La Crónica Prometida
 
Actualizada el 10 de abril de 2012

 

Quienes hayan leído hasta el final las "Crónicas de Ernesto López", recordarán que en algún punto de ellas prometía escribir una, con más calma, sobre el sufrimiento que vio y vivió en nuestra tierra.

 

Por más que busqué en ediciones de fechas posteriores de ese diario, no encontré más crónicas de Ernesto López, ni sobre el tema en cuestión, ni sobre cualquier otro tema. No sé si dejó de trabajar para ese diario o si dejó de firmar crónicas o artículos.

 

Sin embargo, buscando información adicional sobre los estragos de las inundaciones de 1895 en la comarca de Calatayud, me he topado con la crónica prometida en El Liberal, pero firmada por otra persona, Dario Pérez. Se publicó en El Liberal del 8 de octubre de 1895, y decía así:

 

POR ARAGON

 

Después de la inundación de Calatayud, Ateca, Alhama, Buvierca, los periódicos se han llenado de horribles y conmovedoras descripciones, sombreadas por luctuosa elocuencia; hemos ensordecido el espacio con angustiosas voces; España entera, preocupada por calamidades de la tierra, ha tenido expresiones de sincera congoja para lamentar estas otras calamidades llovidas del cielo. ¡No es cosa ya de que arranquemos a nuestras plumas sus acentos más tristes, a nuestros corazones sus gritos más heridos, a nuestro amargo y desconsolador presente las negras tintas de una realidad cruel...! ¡Basta de entonar esa sintonía de la muerte!

 

Urgen cosas más prácticas.

 

Han pasado los días y con ellos las esperanzas de que las aguas, turbias y revueltas, habrían respetado algo. ¡No han respetado nada! Todas las tapias que separaban las fincas, están derribadas; todas las parcelas, repletas de pedruscos de cascajo que tienden su pesadumbre sobre rojiza y espesa capa de limo; se han hundido casas, otras aún se tienen en pie torcidas por los embates de las aguas; paredones apuntalados; picachos de monte, socavada su entraña por violentísima corriente, amenazan venirse abajo con el estrépito de desgracias personales; la vega sin defensas; los cauces rotos y el Jalón y el Giloca rebelándose contra el álveo que los sujetó, y tendiendo sus pardas aguas por los campos arrasados y estériles. ¿Cabe que estas comarcas se resignen?

 

Podrían resignarse; podrían sellar sus dolores, como tantas otras veces, con el mutismo de una conformación épica. Pero es que no cabe resignación posible; es que no hay sello para estos dolores; es que a las veces las almas mejor templadas se acongojan, y los pechos más varoniles flaquean, y los vigores más férreos se debilitan, y sobre los ojos más indomables saltan ardientes lágrimas... Este es el caso de las comarcas inundadas recientemente.

 

¡Callarse siempre!... Sufrieron las inclemencias atmosféricas, los desbordamientos de la Naturaleza, las torpezas de los Gobiernos, las más duras y repetidas contrariedades sin gritar, sin quejarse, sin pedir... Ni aun existiendo pueblo como Moros, donde catorce años consecutivos se han perdido las cosechas, no sonó la trompeta del ahogo ni se extendió la mano en demanda de caridad...

 

Pero hoy, sobre el temperamento pronto a la callada resignación, y sobre la inclinación fácil a reservar las penas regionales, se alza fiera y horrible la silueta del hambre... Alhama, ayer rico y floreciente, está hoy abatido, acobardado, deshecho; Ateca, hundida en su mitad y destrozada su vega en grandísima extensión; Buvierca, tan exacto en contribuir al levantamiento de las cargas públicas, interrumpirá necesariamente su tradición, porque el río lo ha empobrecido en horas; Calatayud, decadente, ya por medidas de carácter general, ya por otras razones no tan poderosas pero tan fatales, cae irremisiblemente en brazos de la miseria más espantosa. Y Cetina, Ariza, Maluenda, Contamina, Paracuellos, Sabiñan... Todos estos pueblos honrados, sufridos, pacientes, dóciles, se morirán de hambre el próximo invierno.

 

Se morirán si no se hace cosa distinta que hasta la fecha. Porque cuando Murcia vio arrasadas sus feraces campiñas, y cuando los rugidores turbiones azotaron a Consuegra, y cuando una convulsión geológica estremeció la tierra andaluza, y cuando, en suma, una desgracia inmensa ha herido la fibra nacional, todos los bolsillos se han abierto, y todos los socorros se han llevado, y todos los auxilios del Gobierno se han puesto en jaque. Ahora, no. El sentimiento ha sido general; pero el socorro no se ha iniciado más que en la misma provincia. La prensa de Madrid, tan piadosa, tan caritativa, tan rápida al auxilio, por esta vez, preocupada con la tristísima tragedia de la manigua, anduvo remisa para desplegar sus grandes recursos y su acción benéfica. Solo EL LIBERAL, y algún otro periódico, han insistido en la pintura de las desdichas aragonesas. Pero los ecos de estas voces llevan trazas de apagarse en el vacío de la esterilidad.

 

Esto no puede ser: esto no será. Es preciso que el Gobierno atienda a este inmenso infortunio como se merece; es preciso que los próceres y los ricos, ligados a las comarcas inundadas por afectos y gratitud y simpatía, inicien en Madrid fiestas de caridad, ya que el último figurín impone la costumbre de enjugar lágrimas riendo o enjugando con diversiones a los corazones filántropos. Es preciso hacer algo y pronto. Al menos la prensa debería secundar y defender las conclusiones que se voten en el meeting que se celebrará el día 12 del corriente en Calatayud, al cual están invitados: el ministro de Ultramar, que para esa fecha se hallará en Zaragoza, los diputados a Cortes y provinciales, las autoridades locales, la prensa, etc.; en el cual meeting tienen puesta su esperanza los pueblos damnificados.

 

Es preciso hacer algo y pronto, repetimos. El paludismo, la miseria, el hambre, asoman su cabeza.

 

Dario Pérez 

 

Vaya prosa retorcidilla que tenía también el amigo Dario. En cualquier caso, hace una buena descripción del estado de calamidad en que quedó la comarca tras las inundaciones.

 

Interesante el dato de los catorce años consecutivos perdiendo cosechas en Moros. He buscado al respecto y algo he encontrado que traeré aquí en otra ocasión.

 

Supongo que, como a mi, a muchos les habrá llamado la atención esa frase en la que dice que los periódicos no atendieron debidamente lo sucedido en estas inundaciones porque estaban distraídos con la manigua. He buscado esa palabra y es el equivalente a un pantanal. En este caso se refiere a que los cubanos disidentes "se iban a la manigua", es decir, se iban a la guerrilla a luchar contra las autoridades españolas en Cuba.

 

La reunión en Calatayud creo que ya la he citado cuando hablé del ferrocarril y las riadas del Jalón. El ministro no acudió y se creó una comisión encabezada por los diputados provinciales que iría a Zaragoza a presentar las conclusiones de la reunión al ministro. Poco se consiguió.

 
 
Volver arriba